ANDRÉS ORTEGA
EL PAÍS 11-07-2005
No ha sorprendido el hecho en sí, ni el lugar. En cuanto al momento elegido, sabían que si atentaban antes de las elecciones británicas del 9 de mayo, reforzarían aún más la victoria (a pesar de Irak) de Blair. Tampoco quisieron poner las bombas en vísperas de la decisión del COI que eligió a Londres para los Juegos Olímpicos de 2012. Saben lo que hacen. Esperaron a después, para desviar la atención mediática del G-8 en Escocia, cambiar el guión de esa reunión centrada en la condonación de la deuda a los países más pobres y el cambio climático, y volver a poner este terrorismo e Irak en el centro.
Estos grupos neofundamentalistas que se reclaman de la marca u organización Al Qaeda viven en una burbuja propia, global, cortada de sus raíces culturales auténticas. Pues en el mundo se están creando unas nuevas identidades virtuales -eso es esencialmente Al Qaeda-, con efectos muy destructivos. Con estos terroristas no es que no se pueda o deba negociar, sino que no se dejan. Tanto que para cometer sus barbaridades, como instrumento antes que como fin o para escapar a la detección, están dispuestos al suicidio, como se vio no el 11-M, sino en Leganés después. No pueden ganar. Pero su concepto de ganar, o de perder, es muy distinto del nuestro, como lo es su sentido del tiempo. Si es posible, hay que capturarlos, pero no servirá de disuasión para otros.
Lejos del nihilismo, tienen unas metas geopolíticas cambiantes que van más allá de "imponer extremismo en el mundo", como dijo Blair. Bin Laden y sus seguidores con el 11-S y lo que ha venido después, han fracasado en su intento de sublevar a los árabes, o de forma más amplia a los musulmanes, contra sus regímenes cerrados. Pero, según su propia perspectiva, han logrado echar a Israel de Líbano, a EE UU de Arabia Saudí, y cambiar el signo de unas elecciones en España, pues, guste o no, así lo perciben. Ahora su objetivo es Irak -conflicto no mencionado por Blair- convertido desde la invasión en nuevo centro de ida y vuelta de este terrorismo islamista global, y en atrapamoscas de soldados de EE UU y otros países. Hace unos días, la CIA hizo saber lo que ya muchos habíamos diagnosticado hace tiempo: que Irak se había convertido en caldo de cultivo de terroristas. La Administración Bush no sabe ni cómo irse ni cómo quedarse. Pese a su grandilocuencia, carece de estrategia. ¿Reconocerá algún día alguno de sus responsables los graves errores con y en Irak? Estos errores han agravado los de la concepción de la llamada "guerra contra el terrorismo" que ha llevado a aberraciones por parte de EE UU como Abu Ghraib, Guantánamo o la externalización de la tortura a otros países. La cuestión de Irak nos afecta a todos y es necesario resolverla o, al menos, encauzarla.
Dicho esto, incluso si Irak tuviera solución, este tipo de terrorismo no cejaría. Contra este terrorismo, hay que luchar con perseverancia, perseguirlo y defenderse, más sin perder nuestras esencias. Hay incluso que pensar que podría no llegar a desaparecer nunca del todo por la presión externa, sino, si acaso, acabar consumiéndose internamente, para lo que el fundamentalismo político, con el que hay que hablar, tiene un papel que jugar. Se logrará cuanto más se adentre en general el mundo islámico en la modernidad, en su modernidad, que no es occidentalización. La evolución del islam en Europa es un elemento central de ese cambio. Esta transformación no es rectilínea, genera incluso conversos al yihadismo en Europa y nos deparará otros horrores, como el 11-M y ahora el 7-J en Londres, pero es una de las claves. Londres, una ciudad que sabe lo que es estar bajo las bombas -lo ocurrido entre 1939 y 1945 fue mucho peor, y ha convivido años con el terrorismo- ha reaccionado con sangre fría. Es importante no perder la cabeza. Pues tras Madrid, Londres y los anteriores, vendrán otros atentados. Hay que tratar de impedirlos, pero la seguridad total no es posible.
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